No es objeto de esta entrada analizar qué papel juegan las emociones para forjar aprendizajes. Sino reflejar mis emociones durante mi aprendizaje en esta asignatura. Cuando hablamos de cómo aprenden los alumnos surgen varias teorías relacionadas con el aprendizaje, algunas más innovadoras con nuevas técnicas, otras más antiguas que nos pueden sonar obsoletas. Mi sensación al encontrarme ante ellas en el transcurso de la asignatura es la misma que siento al pensar en aplicarlas con el alumnado. Mi sensación es que nos olvidamos del entorno y su influencia. Mi sueño es acompañar a un alumnado empoderado que coopera en vez de competir, que valora la creación común y participa, porque así se crean espacios democráticos. Pero la realidad sabemos que es muy diferente. Que los adolescentes tienen mucho que decir pero pocos lugares donde les escuchen, que se rigen por normas impuestas que, por supuesto, pocas veces han podido negociar. Tanto en los centros, como en casa, como en la sociedad. Y yo tengo que entrar en el aula y decirles que esta vez sí, que les voy a escuchar, que vamos a organizarnos y decidir de manera conjunta, que van a ser creativos y lo voy a valorar, que no nos importan las diferencias entre nosotros porque apostamos por la diversidad, que vamos a ser críticos y democráticos. Esta situación me genera sentimientos encontrados.
Mientras voy aprendiendo sobre metodologías innovadoras, paradigmas de investigación y en definitiva, cómo acompañar para que el alumno sea protagonista de su aprendizaje y que este sea significativo y útil para su vida, mis futuros compañeros docentes se manifiestan porque no están de acuerdo con el nuevo currículo, porque creen que el enfoque por competencias responde a las necesidades del mercado, no a la de los discentes. Y vuelven los sentimientos encontrados. Porque el mercado laboral del futuro ya no requiere de personas que sepan hacer cosas de manera mecánica, para eso están las máquinas, así que hemos de cambiar la educación para formar personas creativas, que trabajen en grupo, que sean críticos. Hay que aceptarlo y aprovecharlo. Desde luego, una educación basada en metodologías activas es mucho más gratificante para el alumnado que la clase magistral y el nuevo enfoque persigue formar personas competentes en la vida en general. Pero, sobre todo, y ahora me salgo un poco del guión de la asignatura y de la entrada, no debemos dejar que la educación pública se privatice (permitiendo la entrada de empresas tecnológicas en las aulas) y que se lleven a cabo cambios en educación tras un asesoramiento con sector privado sin tener en cuenta a la comunidad educativa porque entonces esta pierde la confianza.
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